Detrás de las gafas de sol oscuras, el traje pulido y el pelo impecable, detrás del icono internacional de la moda, Karl Lagerfeld era un ser humano increíble. Extraordinariamente perspicaz. Brillantemente culto. Un narrador deslumbrante. Sus amigos le conocían como alguien genuino, generoso y amable. Y, para sorpresa de muchos, tenía un sentido del humor mordaz. Karl tenía una lengua afilada y era capaz de soltar un chiste en el momento oportuno; siempre prometía ser un conversador entretenido. Aunque la imagen que el público tenía de él era muy cuidada, Karl era mucho más de lo que parece a simple vista...
Karl Lagerfeld at work © Jürgen Schadeberg
El diseño fue la base de la vida de Karl; para él, expresar su inagotable creatividad era una necesidad intrínseca. Sin embargo, su carrera en el mundo de la moda surgió de forma un tanto accidental, ya que en un principio planeaba convertirse en ilustrador. Por casualidad, se presentó al Premio Internacional Woolmark de 1954 -con sólo 21 años- y ganó el primer premio por su boceto de un abrigo, lo que lanzó instantáneamente su carrera. En los 65 años siguientes, la moda siguió siendo el núcleo de su trabajo, aunque no dejó de explorar diversos campos del diseño. Para ello se sirvió de una mente implacable y de ilimitadas fuentes de inspiración, desde personas y lugares hasta el arte y la cultura pop.